Recuerdos del viaje de Sus Majestades y Altezas Reales a Valladolid.

Clifford, 1858.

Procedentes de Gales, Charles Clifford y su mujer Jane se instalaron hacia 1850 en Madrid, donde fundaron el estudio El Daguerrotipo Inglés. Es lamentable que casi todas las fuentes ignoren el trabajo de Jane, a pesar de que ambos eran para entonces distinguidos fotógrafos: si Charles Clifford fue nombrado “Fotógrafo de su Majestad la Reina”, Jane Clifford fue la primera mujer en ser admitida en la Société française de photographie. Ambos formaron sociedad con el empresario Arthur Goulston para tomar fotografías desde un globo aerostático sobrevolando la plaza de toros, espectáculo popular anunciado en carteles, uno de los cuales se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Tras fallecer su marido en 1863, Jane continuó ejerciendo como fotógrafa hasta su propia muerte en fecha desconocida (¿1885?).

Como “Fotógrafo de su Majestad” Isabel II, Charles Clifford documentó el viaje de los reyes a Valladolid en 1858. “Los problemas que encuentra un fotógrafo en su trabajo no son pocos viajando por un país como España en el que se desconocen las comodidades del transporte; en el que las temperaturas llegan a alcanzar hasta los 40 grados a la sombra; en el que el agua es tan difícil de encontrar como en el mismísimo desierto del Sáhara […] el equipo debe ser necesariamente grande, y puede pesar hasta 300 kilos… Con esta impedimenta debidamente equilibrada y sujeta a lomos de mula […] iniciamos nuestras diarias expediciones a las cuatro de la mañana.” (A photographic scramble through Spain).

El álbum Recuerdos del viaje de SS.MM. y AA.RR. a Valladolid y de la solemne inauguración del puente Príncipe Alfonso, está formado por cinco hojas de texto y diez positivos a la albúmina montados sobre papel. Si bien Clifford inició su andadura como fotógrafo empleando el daguerrotipo y posteriormente el calotipo, hacia 1856 ya emplea negativos al colodión húmedo y positivos a la albúmina, una variante del papel a la sal inventado por Talbot, en la cual el tratamiento del papel, con clara de huevo, sales y nitrato de plata, proporciona a la imagen un característico aspecto satinado de tonos sepia virando a púrpura. El positivo se obtenía en la prensa de contactos por exposición directa a la luz del sol, sin ser necesario un revelado sino simplemente una fijación. Los positivos a la albúmina siempre se montan sobre un soporte secundario, ya que el papel es fino y se enrolla debido a la contracción de la albúmina.

En el ejemplar que llegó a nuestras manos, aunque las hojas de texto presentaban manchas de humedad con leve desarrollo de microorganismos, las fotografías, sorprendentemente bien conservadas en su intensidad y en la calidad de los contrastes de luz y sus matices, no habían sido afectadas por la humedad, con la excepción del soporte secundario de la fotografía nº 10 que sí presentaba una ligera contaminación por microorganismos en el margen. Las hojas de protección de los positivos estaban arrugadas y también presentaban manchas de humedad, siendo asombroso cómo esta humedad no afectó a las fotografías; la explicación puede estar en la mayor higroscopicidad de los papeles no tratados con procedimientos químicos – el preparado a la albúmina y tal vez un encerado final o barniz al colodión. Se aprecian en algunas imágenes pequeños añadidos de detalles a tinta. El procedimiento de limpieza y neutralización de los microorganismos tuvo en cuenta la extrema delicadeza de la obra fotográfica, protegiéndola en todo momento del contacto con la luz directa, optando por tratamientos localizados y sustituyendo las hojas de protección por papel barrera para positivos fotográficos.